Las historias sobre la vida en las misiones españolas –algunas polémicas, otras idealizadas–han tenido influencia en cómo vemos nuestro pasado colonial español en Norteamérica, y nuestro patrimonio nacional e historia. Más allá de visiones bucólicas de iglesias y campos coloniales, las misiones tenían muchos propósitos. Eran lugares para la conversión religiosa y servían como centros económicos y de aculturación, escuelas de formación profesional y estructuras defensivas. La compleja historia de las misiones españolas revela la lucha indígena por la independencia a lo largo y ancho de las Américas. Las tribus rebeldes regresaban rápidamente a sus viejas costumbres nativas, mientras preservaban las prácticas y los valores cristianos que habían integrado en sus tradiciones y costumbres. Por lo tanto, las influencias españolas dejaron su marca en culturas que sobreviven en la actualidad.
Nadie sabrá nunca por qué los indios que llegaron a las misiones españolas de forma individual, se entregaron a la conversión, la aculturación y la servidumbre. En algunos casos fueron las misiones las que llegaron a ellos, como sucedió con los indios Pueblo de Nuevo México. Una vez en la misión, se esperaba que los neófitos o nuevos conversos permanecieran allí hasta que estuvieran completamente convertidos, es decir, fueran considerados miembros de pleno derecho en la congregación. Durante el período de misiones coloniales españolas, la conversión total era rara, ya que suponía la conversión de toda una tribu o pueblo al cristianismo. La tradición dice que los misioneros nunca obligaron a nadie a integrarse en la misión, pero una vez allí, no podían salir. Los que escapaban a menudo eran localizados y devueltos a la misión. Los que no sucumbían a los misioneros se convertían en enemigos que veían a los frailes como amenazas para sus culturas, creencias y espiritualismo. Entre conversión y rebelión, el trabajo de los misioneros no fue en vano;por una especie de fusión religiosa y cultural, que ha evolucionado, hoy en día resulta evidente dónde hubo misiones una vez.
¿Quiénes eran los misioneros? ¿Qué los inspiró a renunciar al mundo para llevar una vida de piedad y pobreza, y para entregar sus vidas por su Dios? Llevaban existencias solitarias, en constante peligro y temor por sus vidas. Junto con sus indios, ellos también trabajaban duro en las misiones, granjas y ranchos. Eran los responsables de aquellos que vivían con ellos y de su bienestar, a menudo siendo los primeros en levantarse por la mañana y, tras comprobar todo y rezar, los últimos en acostarse. Para estar seguros, eran hombres duros de la frontera, que creían que la disciplina con la que trataban a sus neófitos era por su propio bien. Observaban las culturas indígenas, formas y creencias, a través de la lente colonial española, y mantenían las actitudes europeas hacia los nativos.
En 1659, los frailes de Nuevo México informaron que "Los religiosos de este reino, señor, que viven solos en un convento sin el goce de la compañía de sus hermanos, paisanos y familiares, no tienen otras comodidades. [Viven] diariamente en gran riesgo por los enemigos e incluso los cristianos [indios], que por una sola palabra de reprobación sobre sus puntos de vista les quitan sus vidas". El aislamiento que sufrieron fue ejemplificado por el hecho de que caminaban "diez, veinte y treinta leguas de uno a otro convento, y otro tanto para el viaje de regreso". Su único "estipendio, limosna, subvención o dinero recolectado en el altar que recibían, llegaba a ciento cincuenta pesos, que el rey concede cada año a cada sacerdote".
El misionero pagaba lealtad a dos amos: la Iglesia y el Estado. Mientras los misioneros verdaderamente creían estar haciendo la obra de Dios, eran también agentes del Estado cuyo trabajo era pacificar áreas, en particular las que tenían riquezas mineras u otros recursos valiosos. Con la pacificación, la tierra se abría a colonos e inversores. Los colonos, como agricultores y ganaderos, proveían con suministro alimenticio a los mineros que participaban en la extracción de estaño, hierro, cobre, sal, mercurio y otros recursos importantes para enriquecer al Estado y proporcionar bienes para el comercio, la estabilidad económica y las guerras en Europa. Las misiones proporcionaban alimentos producidos por los neófitos para tales empresas. Por lo tanto, la conversión religiosa, la aculturación y la formación profesional servían a las necesidades tanto de la Iglesia como del Estado, pacificando una zona determinada por razones económicas, de asentamiento y militares;y los ciudadanos cristianizados emergerían para servir a ambos Iglesia y Estado.
La disciplina marcó las vidas de los indios de las misiones de varias maneras. Se esperaba que se convirtieran al cristianismo y aprendieran sobre su nueva religión a través de la catequesis o instrucción religiosa. Se esperaba que aprendieran español y, a través de himnos, aprendieran a cantar o salmodiar en latín. Se esperaba que sirvieran a los frailes como obreros, cocineros, pastores, jardineros, acólitos, sacristanes y porteros. Los frailes señalaban la regla de obediencia sobre las cabezas de los neófitos. El escolta, vigilante de la misión, infligía latigazos para castigar la desobediencia. Se esperaba que los indios aprendieran una nueva norma cultural: costumbres, tradiciones, comportamientos y obediencia a la Iglesia y al Estado. Un calendario de días festivos, la obediencia a la ley española y los tabúes de la nueva cultura con respecto a la bigamia, el concubinato y la hechicería, reconducían a los indios de las misiones por nuevos caminos. Los Diez Mandamientos y las Leyes de Indias proporcionaban otras lecciones de estricta obediencia. El bautismo era el primer paso en el compromiso de los neófitos con una nueva forma de vida. Por último, se esperaba que los indios de la misión aprendieran una nueva vocación u oficio que les haría ciudadanos leales y productivos del Estado.
Los misioneros se mantenían ocupados durante sus largos días, ofreciendo su trabajo como pequeño sacrificio a su Dios. La mayoría de los misioneros pertenecían a las órdenes mendicantes que, a diferencia de los jesuitas, tomaban el voto de pobreza. La mayoría vivían de la mendicidad, pero en las Américas la Corona concedía a cada uno un estipendio anual para la compra de bienes necesarios. En las misiones servían como maestros, no sólo para instruir a los nativos acerca de la doctrina cristiana, sino también para enseñarles a leer, escribir, cantar y tocar instrumentos musicales. Los misioneros también enseñaron a la gente a su cargo oficios tales como zapatería, sastrería, agricultura, ganadería, herrería, carpintería y albañilería. También les enseñaban acerca de los santos sacramentos, mientras servían como administradores, encontrando tiempo para ayunar y realizar otros ejercicios espirituales, o con sus propias oraciones a lo largo del día –incluyendo la celebración de la misa, maitines a medianoche, y observando otras horas santas.
Frecuentes rebeliones sacudían las misiones del norte de Nueva España a través de Texas, Nuevo México, Pimería Alta (norte de Sonora y sur de Arizona) y California. Las revueltas terminaban con muchas muertes de misioneros y colonos, y a menudo con la captura y ejecución de los líderes rebeldes. Las misiones más antiguas de Nuevo México y la actual Chihuahua, fueron las primeras en sentir las presiones de la rebelión. Desde 1599-1604, cuando las tribus de la Sierra Madres espontáneamente se rebelaron contra el dominio colonial y las demandas misioneras, a las revueltas programadas por los Tepehuanes (1618), los Pueblo de Nuevo México (1680) y los Tarahumara (1691), una cadena de rebeliones se extendieron por todo el norte de la Nueva España.
Las misiones no fueron las únicas responsables. Desde 1598 en Nuevo México, por ejemplo, las políticas coloniales establecidas comúnmente por todo el imperio español, perjudicaron a los económicamente dependientes indios Pueblo. Aunque los frailes protestaron, los españoles impusieron dos instituciones feudales temidas por los Pueblo que, a la larga, se convirtieron en puntos focales para la rebelión. La primera fue la encomienda, que demandaba tributo recolectado a los Pueblos. La segunda institución fue el repartimiento, que requería que el cabeza de familia de los que no podían pagar el tributo lo pagara con trabajo. En la mayoría de los casos, tras las revueltas las misiones fueron restablecidas con un renovado respeto por los valores autóctonos y sin encomienda ni repartimiento.
por
Joseph P. Sánchez, PhD
Last updated: April 15, 2016