La Importancia de las Misiones Coloniales Españolas en Nuestra Historia Nacional y Nuestro Patrimonio Común con España, México y América Latina

Living history reenactors dressed in 16th-century period clothing are a highlight of the annual Cabrillo Festival.
Recreadores históricos vestidos con ropa del siglo XVI, uno de los platos fuertes del festival anual de Cabrillo.

Foto del NPS.

A finales del siglo XV, la Edad Media llegaba a su fin a medida que el mundo moderno emergía. El legado de la Edad Media, la "Edad de la Fe", dejó su marca en el futuro de la religión en Europa y, después de 1492, en las Américas. Ese año, España derrotó militarmente a los musulmanes de la península e inició un período de expulsión de aquellos que no quisieran convertirse al cristianismo. Tras el primer viaje de Colón, España tenía un nuevo objetivo en ese sentido. Cuando el cartógrafo Juan de la Cosa dibujó el primer mapa de las Américas en 1500, situó un símbolo del pasado medieval en el extremo izquierdo de su mapa, donde había colocado la costa de América del Norte –San Cristóbal llevando al niño Jesús al otro lado el mar. En su Libro de las Profecías (1501), una colección de textos bíblicos presentado a los soberanos de España, Cristóbal Colón, que firmó su nombre como Christo Ferens, o Portador de Cristo?, afirmó que se habían dado los primeros pasos para llevar el cristianismo a través del Atlántico.

Simbólicamente, al igual que San Cristóbal había llevado al niño Jesús a través de un río embravecido, España estaba a punto de enviar misioneros a cristianizar el Nuevo Mundo. En la bula papal de 1508, Universalis Ecclesiae (De la Iglesia Universal), el Papa Julio II declaró que el rey de España sería el jefe de la Iglesia en España y su imperio. Tal atribución significaba claramente que junto con la ley española, la gobernanza, el lenguaje y la cultura, la religión católica romana también cruzaría desde Europa a las Américas, y que el rey de España participaría en la difusión del cristianismo entre los pueblos nativos del Nuevo Mundo. Su cometido sería el establecimiento de misiones por el Hemisferio Occidental y, más tarde, por Filipinas. Así comenzó la historia de las misiones, que a través del tiempo se convertiría en una parte de nuestra historia nacional que refleja nuestra historia común compartida con España, México y América Latina.
Aerial view of Acoma atop the mesa.
Vista aérea de Ácoma sobre la mesa.

Foto: Marshall Henrie. Cortesía de Wikimedia Commons.

Durante el período colonial, las misiones que España establecía servirían a varios objetivos. El primero sería el de convertir a los nativos al cristianismo. El segundo, el de pacificar las áreas con fines coloniales. Un tercer objetivo implicaría aculturar a los nativos hacia las normas españolas, de forma que pudieran cambiar su status de misión a parroquia, convirtiéndose en miembros de pleno derecho de la congregación. El status de misión mantenía a los nativos bajo la tutela del Estado, en lugar de reconocerlos como ciudadanos del imperio. Aparte de la conquista espiritual, a través de la conversión religiosa, España confiaba en pacificar las zonas que poseían recursos naturales extraíbles, tales como hierro, estaño, cobre, sal, plata, oro, maderas duras, alquitrán y otros recursos, que podrían ser explotados por los inversores. Los misioneros esperaban crear una sociedad utópica en las tierras inexploradas.

Para asegurar que los misioneros podían mantenerse, el rey de España estableció el Patronato Real de las Indias, que respaldaba el control absoluto de la Corona española en materia eclesiástica dentro del imperio. El rey español y su consejo aprobaban misioneros para ir a las Américas, dirigían la ubicación geográfica de las misiones y asignaban fondos para cada empresa proyectada. Bajo el Patronato Real, que también regía los nombramientos de altos cargos funcionarios de la Iglesia, algunos virreyes de México y Perú fueron también arzobispos, consolidando aún más la alianza Iglesia-Estado por una causa común. Las misiones servían como agencias de la Iglesia y el Estado para difundir la fe a los nativos y también para apaciguarlos para los propósitos estatales. Entremezclando religión, política y economía, el Patronato Real formó un gran registro archivístico de la exploración, colonización, actividad misionera, datos etnográficos y extracción de materias primas.
Map of the northernmost portion of El Camino Real.
Mapa de la parte septentrional de El Camino Real.

Mapa del NPS del Sendero Histórico Nacional de El Camino Real de la Tierra Adentro.

Por definición, la "misión" no era más que un plan de conversión. Los misioneros, por lo general trabajando solos o con una escolta (normalmente uno o dos guardias armados), se acercarían a un grupo de nativos y, con un altar portátil para decir la misa, comenzarían a predicar a través de un traductor. La construcción de una iglesia, patio de claustro con pasillo, jardín, aulas, viviendas para los sacerdotes y neófitos, refectorio, corrales y muro defensivo con puerta, llegaron tiempo más tarde. Arquitectónicamente las estructuras se prestaban a una variedad de funciones para las que serviría una misión completa. El complejo de la misión servía como centro religioso así como centro de formación profesional. La misión era también un centro económico para comercio y producción de cultivos que venían de tierras no adyacentes para ganadería y agricultura. Por último, la misión era un centro defensivo con pesadas puertas y ventanas con postigos en altos muros y triforios. Un error común de hoy en día es pensar que la iglesia era la misión. El esplendor arquitectónico de las misiones es una parte del pasado romántico unido al canto, poesía e historia.

En América del Norte, los primeros esfuerzos misioneros comenzaron en lugares conocidos como La Florida (desde 1565 y a lo largo de la costa oriental de la bahía de Chesapeake al inicio de la década de 1570), Nuevo México (desde 1598), Texas (a lo largo del Río Grande, al final de la década de 1690), Pimería Alta (actual sur de Arizona y norte de Sonora –hacia 1680) y por último California (1770 en adelante). Lejos de los asentamientos españoles, los misioneros solitarios vivían y trabajaban rodeados de gran peligro entre los nativos en su mayoría hostiles. Evitando generalmente las tribus de las Grandes Llanuras y de las montañas, de fuertes castas guerreras, los misioneros centraron sus esfuerzos en las tribus agrícolas sedentarias, tales como los Pueblo de Nuevo México y las tribus semisedentarias a lo largo de las vías fluviales en Texas y Arizona.
En la mayoría de los casos las armas españolas eran necesarias para asegurar que el programa de la misión tuviera éxito, especialmente en el norte de Nueva España, actual Gran Suroeste y norte de México. Tierra de guerra fue anotada en los mapas españoles como Apachería, Comanchería, Centro de Navajo, Tierra de los Yutas, y otros. Siempre que era posible se construían presidios cerca de los asentamientos y misiones.

En 1772, fray Romualdo Cartagena, guardián del Colegio de Santa Cruz de Querétaro, uno de los centros de formación para misioneros, escribió;

Lo que da a las misiones su estabilidad es la ayuda que reciben de las armas católicas. Sin ellas los pueblos son frecuentemente abandonados y los sacerdotes son asesinados .... Se ve cada día que en las misiones donde no hay soldados no hay éxito .... Los soldados son necesarios para defender al indio del enemigo, y para vigilar a los indios de la misión, ahora para alentarlos, ahora para llevar noticias al presidio más cercano en caso de problemas. Para el progreso espiritual y temporal de las misiones se necesitan dos soldados ... especialmente en las nuevas conversiones.[1]

Jesuit expulsion
Misioneros jesuitas desde el primer contacto hecho entre el Padre Kino y los indios O'odham en 1691, hasta la expulsión de los jesuitas ordenada por el rey Carlos III en 1767.

Cortesía del Servicio de Parques Nacionales.

El papel del Estado estaba siempre presente en la evolución de las misiones a lo largo del continente americano.

En teoría, las misiones estaban diseñadas para un período de diez años, después del cual se esperaba que los misioneros se mudaran a nuevas zonas establecidas. Pero el plan programado de conversión no funcionó debido a la resistencia de los indios frente a los rigores de las misiones. A la larga, argumentando que los nativos no se convertían del todo porque volvían a sus formas espirituales en secreto, los frailes proponían que las misiones se extendieran otra década más. A menudo este tipo de extensiones se prolongó durante varias décadas, si no un siglo, más de lo esperado.

A finales del siglo XVIII, y sobre todo después de la Independencia de América Latina de España, los recién establecidos gobiernos revolucionarios le quitaron las tierras misioneras a la autoridad eclesiástica. En la mayoría de los casos las naciones emergentes del Hemisferio Occidental otorgaron la ciudadanía a los grupos indígenas, manteniéndolos bajo la tutela del Estado o tratándolos como marginados de la sociedad.

Las misiones coloniales españolas en América del Norte son significativas porque se establecieron bastantes y tuvieron efectos duraderos sobre el paisaje cultural. Su legado es una parte firme de nuestra historia y patrimonio nacional, que destaca la herencia común que Estados Unidos comparte con España, México y América Latina. España no estaba sola en la empresa misionera por el Nuevo Mundo. Misioneros franceses y portugueses también hicieron incursiones en Canadá, Brasil y otras partes de las Américas. Para ellos, la misión servía a propósitos similares: la conversión espiritual de los nativos y la pacificación de las precarias fronteras coloniales para establecer asentamientos, la explotación económica europea y el desarrollo. Otras naciones emplearon los mismos métodos en áreas remotas de la India, África y Australia. Las misiones españolas, como fortalezas y poblados, eran instituciones fronterizas que fueron pioneras en las reivindicaciones coloniales europeas y la soberanía en América del Norte.
Mission San José de Tumacácori
Danza en círculo O'odham en la Fiesta de Tumacácori celebrada anualmente en el parque.

Cortesía del Servicio de Parques Nacionales.

Mucho se ha escrito acerca de las misiones y de su legado, desde la difusión de la cultura española, la religión, la gobernanza, el idioma, etc., a los debates que condenan su papel en la alteración de las prácticas culturales, costumbres y creencias espirituales nativas. Sin duda, del contacto entre europeos y nativos resultó una fusión cultural, y muchas de las tribus que participaron en el evolutivo proceso misional, practican el catolicismo. Mientras los colonos pretendían convertir, civilizar y explotar a los grupos nativos, éstos tenían sus propias ideas acerca de ser explotados o verse amenazados en sus esferas culturales y espirituales por las catastróficas políticas coloniales que se les imponían. Su punto de vista, lejos de los utópicos sueños de los misioneros, se expresaba a menudo como un rechazo inequívoco del proceso misionero. El resentimiento nativo americano hacia las misiones y las políticas coloniales globales a menudo desembocó en una serie de rebeliones que a veces duraban años, si no décadas, hasta resolverse. Con el tiempo las misiones dejaron su huella en las tribus de indios americanos y en sus costumbres espirituales, en parte, fundiéndose con el cristianismo.

Las misiones españolas que aparecen en este itinerario de viaje son ventanas a nuestro pasado nacional. Como tal, sus visitantes aprenderán que la historia no es en absoluto como aparece en los libros de texto. Ver las misiones españolas es experimentar una historia que nos recuerda que la experiencia humana es relativa según los valores culturales de diferentes tiempos, gente, tradiciones e idioma. Más allá del esplendor de la arquitectura de las misiones, lo que vemos hoy es el efecto acumulativo de un proceso histórico que España provocó con sus esfuerzos para gobernar y cristianizar el Nuevo Mundo, cambiando culturalmente la tierra y la gente para siempre.


[1] John Francis Bannon, editor, Bolton and the Spanish Borderlands (1964), pp. 201-202.

By
Joseph P. Sánchez, PhD

Last updated: April 15, 2016

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